(Radio GBA / por Claudio Blanco) Sumergirse en un disco nuevo significa, además del particular y emocionante aroma del celofán y del plástico recién impreso, viajar a un determinado lugar en tiempo y espacio, ya sea real o no, según lo decidan sus autores e intérpretes. Al escuchar cada tema del nuevo disco “Pavón y Mitre” de Aiello & Pulisich (así, apellidos a secas, sin sus nombres de cuna) se viaja a un lugar concreto: la ciudad de Avellaneda. O a varios, para ser exacto: a muchos de sus barrios y referencias geográficas del distrito que tiene como columna vertebral a la Av. Mitre y como brazo principal a la vieja Av. Pavón. Esa porción del Gran Buenos Aires es la temática del CD. Blues, rock, jazz y delicadas melodías son el alma que dan contexto a las añoranzas y descripciones -muchas de ellas con ajustada precisión- de cada rincón de Avellaneda.
El disco, que acaba de salir a la venta y ésta noche lo presentan en The Cavern, en el Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660, con entrada gratis) y el sábado a las 22 en La Calle Larga (Laprida298, Avellaneda) , arranca con “Pavón y Mitre”, que desde el título mismo sitúa a quién lo transita en esa particular ochava que fue el centro de Barracas al Sud, y dónde otrora pululaban los comercios y bares junto a los cines y prostíbulos, y hoy lloran las persianas bajas y oxidadas del tiempo. Es allí, en el inicio o fin del camino del viejo puente Pueyrredón, dónde el dúo describe puntillosamente la nostálgica cotidianeidad de esa esquina tanguera. “Estamos en Pavón y Mitre en el sur de la ciudad” cantan Marcelo y Alberto, explicando éste lado del riachuelo -al sur de la Capital Federal-, y que el vuelo poético de ambos permite nombrar como “sur” al norte del partido de Avellaneda, ya que el punto cardinal a cantarle sería, por ejemplo, “Mitre y Lynch” en Wilde (¡quien te dice en un futuro volumen II!).
El nuevo CD viene de larga elaboración. En enero del 2009, Aiello se comunica con Pulisich -ambos docentes además de músicos- para interiorizarse sobre unas letras que Alberto estaba elaborando sobre Avellaneda y presentarle el “Blues de Gerli” que ya tenía registrado. Así, los encuentros se van regularizando, se oficializan los ensayos y comienzan a mostrarse las letras y los conceptos a trabajar.
Trabajaron durante 2 años y fueron naciendo los primeros demos. No estaban decididos si el disco iba a orientase de manera temática -como finalmente fue- o si iban a tener canciones sueltas. Arrancan promocionando el dúo en presentaciones en vivo y en estudios de radio, como nuestra Radio Gran Buenos Aires y en 2013 deciden ponerse a trabajar de lleno en la producción del disco. empiezan las grabaciones en casa de Alberto con una Tascam y eran editados y producidos en la casa de Marcelo. Así, tras casi 3 años de intenso trabajo, el disco sale a la luz. La banda que los acompaña es la “649”, con Nicolas Laino en Bajo y Diego Parlakian en batería. El arte de tapa fue realizado por Sgt. Asteriode sobre una ilustración de Beatriz Casais, la mamá de Marcelo.
“Todos los temas fueron grabados por nosotros, excepto el instrumental Claudia que fue realizado por Jorge Fiasche como invitado” me cuenta Marcelo vía email. “El concepto fundamental del disco es recrear la atmósfera de las grabaciones y el sonido de los años ´70, es decir un sonido crudo, letras directas, simples y con mucha pasión y añoranza a un barrio que creció y ya no es como cuando nosotros éramos niños” aclara, ante la pregunta del porqué de ese sonido de otra era.
LA TEMÁTICA DEL BARRIO
Adentrándose en el álbum, empiezan a llegar a la mente los olores a cuero, mataderos, grasa y chimeneas humeantes del distrito más industrializado del siglo pasado, cuando las fábricas buscaban radicación al sur del riachuelo. Tal es el caso de “Piñeyro”, dónde el barro, el empedrado y hasta la “Férrum” son paisajes cotidianos. Los tarros del lechero, el cura de la parroquia San Pedro Armengol, el paraje del ombú, el banderín de El Porve y los amigos de la esquina afloran en “Blues de Gerli”, dónde la vida transcurre alrededor del viejo puente de hierro y dónde Aiello tiene un plus en su voz al saberse que en esa barriada fue felíz en su niñez y adolescencia.
El disco también nos habla de “Otro blues para Sarandí”, enseñando que alguna vez alguien le escribió uno, y no olvida otras geografías urbanas como Dock Sud, con su entorno portuario, de casas de chapa y veredas desparejas. Y también da lugar para algunas historias particulares, como en “El viejo contrabandista”, “Blues por Pin” y la balada “La piba de Paunero”, inspirada en la intérprete y docente Claudia Humoller, compañera de secundaria de Marcelo y de cuerdas de Alberto. El máximo nivel de romanticismo tiene su momento culminante en “Claudia”, cuya melodía instrumental está dedicada a la entonces novia de Aiello, quien es hoy su esposa y madre de sus 2 hijos.
Un Spinetta con una pizca de Sui Géneris aflora en el registro vocal de Alberto Pulisich en “Los días de Actemio” (de Lito Nebbia) y el cierre es potente con “Nadie”, una canción de alerta que recomienda al que escucha que nadie da un peso por vos, sino te las arreglás solo en éste mundo. Y sin dudas así fue a la hora de poder hacer realidad el sueño del disco, algo en lo que éstos dos grandes músicos (y personas) trabajaron desde hace años: nadie les regaló nada, fue todo esfuerzo, dedicación y talento. Cómo dice la canción de Gustavo Cerati que alguna vez eligió grabar la “Negra” Sosa: “tarda en llegar, pero al final hay recompensa”. Y “Pavón y Mitre” es la justa recompensa para Marcelo y Alberto. Ahora, a escucharlos y a disfrutarlos en vivo.
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