(por Claudio Blanco)  Tengo muchos viajes acompañando al plantel de Defensa y Justicia. Lo hago desde hace muchos años en la Primera B Metro (pidiendo permiso al DT de turno y volver en un ronco micro que no llegaba a ser ni semi-cama de Rosario, por ejemplo, o en el “1114” de la reserva desde Campana o Laferrere); en la infinita “B Nacional”; en su rara pretemporada en Tijuana, México; en la Primera División y por sudamérica hasta justito antes de la pandemia (en Asunción, los primeros días de marzo). Auto, combi, ómnibus, tren, avión; solo, con compañeros de trasmi, con colegas, con hinchas, con la hinchada, con dirigentes. De todas maneras, años y kilómetros. Nadie me contó nada, sino que lo viví. Siempre en mi rol de periodista, guardando y respetando la privacidad del plantel, pero también compartiendo sinsabores y alegrías (¡ni loco me perdía entrar y saltar en el vestuario aquella noche del Ascenso en San Juan 2014 o subirme al micro sin techo con el plantel recorriendo las calles de Varela!)

Pero en tantos viajes compartidos, jamás podré decir que la entidad fue irrespetuosa en sus excursiones en el país y fuera de él. Desde el armado más arrabalero -pero no menos profesional- con Mario Pepe y equipo en los ’90 y ‘2000 hasta la logística hiperprofesional que requiere la Primera División y los torneos internacionales. Aprendiendo siempre, pero nunca de manera malintencionada. Todos ayudando. Ni un dirigente de peso ni quien les escribe pudo esquivar dar una mano en acarrear algún bolso en algún viaje. Es por ello que lo que hoy vivió Defensa y Justicia en Chile sonó a un atropello con aroma a cierta avivada con ansias de alguna ventajita.

El Dr. Javier Lacki es una eminencia. Se mimetiza con los jóvenes y el resto del cuerpo técnico, pasa como uno más de cada plantel desde hace años, pero ante todo es un profesional intachable. Capaz de arreglar cualquier rodilla, incluso hasta las más torpes y alejadas del buen estado físico, como la mía. Respetado por sus pacientes y quienes lo conocen, y premiado por instituciones y colegas, Javier (me atrevo a tutearlo, tras años de conocerlo) coordinó el testeo del plantel previo al viaje a Chile (viaje que primero iba a ser directo a La Serena, y termino siendo con escala en Santiago; escala que terminó siendo final y eterna). Lo hizo con atención, la misma de los anteriores test. Todos negativos. Firmado. Listo. A viajar.

En el mediodía del miércoles arribaron al aeropuerto de Santiago. “Se juega en Santiago, por un problema de Defensa y Justicia” me dice un colega trasandino. “Problema de Defensa” es lo unánime en Chile. Consulto entre nuestro equipo y con integrantes que viajaron con el plantel y me descartan algún tipo de problema, y un dirigente me explica: “nos dijeron que jugamos en Santiago, así que ya nos estamos acomodando”. Pareciera todo tranquilo.

Por La Serena justamente no hacen honor al nombre de la localidad y están que trinan. Conmebol le saca la localía por no avisar la situación sanitaria (solo el Aeropuerto de Santiago puede recibir vuelos internacionales) y los obliga a hacerse cargo de los gastos. La cancha se les corre 480 kilómetros.
Defensa busca hotel y lugar para entrenar. Logra sortear ese inconveniente y practica en el predio de la Universidad Católica. Antes, en el aeropuerto, testeo a todos. Calma (la que precede al huracán). Los resultados de esos testeos deberían estar a las 8 horas de realizados, pero ¡llegaron al día siguiente!

El jueves del partido amanece con el plantel ya concentrado en la semifinal. Mediodía. Vamos al aire con Sebastián Purgart y Martín Figari, en La Cadena Verdeamarilla del Gol, como de costumbre. Conectamos con un colega de Chile para hablar del partido y la noticia cae como bolsa de hielo: 3 casos positivos en la delegación argentina.

Los rumores pasan a ser confirmaciones unas horas más tarde: Francisco Pizzini, Rafael Delgado y Washington Camacho dan positivo. Tienen COVID. Pizzini y Delgado no tienen más opción que aislarse y la paciencia. Pero al uruguayo se le llena el sur de su espalda de preguntas: ¡ya cursó la enfermedad hace poco más de un mes! Algo no está bien.

Defensa eleva un pedido de rever la situación sanitaria de Washington, mientras aisla a los otros dos jugadores como manda el protocolo. El técnico Hernán Crespo, por su parte, rearma el equipo. El pobre Delgado descansa y piensa en su curioso nuevo paso por el club: solo jugará si Defensa accede a la final, y luego se marchará (¿o no?). Pizzini se resigna. Camacho no entiende nada. La cosa no cierra.

La tarde se nutre de rumores extraños. Pero dejan de ser rumores cuando se convierten en hechos. Y eso pasó.

Los utileros, como siempre, prepararon los bolsos y valijas. El Doctor revisó una y otra vez sus pertenencias profesionales y la dirigencia alistó todo. Me imagino al “Turco” Abraham (un tipo multifunción que se mueve como pez en el agua coordinando los movimientos de la delegación) agitado y sudando la gota gorda como siempre y el plantel listo, cada uno con su mate, bajando desde las habitaciones con botinero en mano. Todos, menos los tres aislados, que permanecerían en una habitación común.

Dos micros amarillos de la empresa Jet Sur de curvas aerodinámicas (foto) esperaron con sus motores encendidos en la puerta. El plantel se presta a subir y… ¡Una orden! Es clara: prohibido salir. Indicación cuasi militar, más conociendo las miradas y formas poco amables de los Carabineros. Confusión. Nervios. Bronca.

La explicación: autoridades sanitarias chilenas declararon a todos los pasajeros y tripulantes del chárter que llevó al Halcón como “contactos estrechos” de los 3 positivos y, según las disposiciones de ese país, deben guardar cuarentena por ¡11 días!. Esta noticia llega cuando faltan poco más de 2 horas para que empiece el partido. De locos. Las informaciones no paraban de llegar. La dirigencia de Defensa y Justicia se mueve rápido, da aviso a Conmebol y ésta, en un comunicado firmado por Frederico Nantes -Director de Competiciones de Clubes de la confederación- da por postergado el encuentro, que se reprograma para el martes 12 de enero en Asunción, Paraguay. Coquimbo no solo pierde la localía en su jurisdicción, sino que deberá jugar de local en otro país.

Y justamente el plantel de Coquimbo, como si estuviera abstraído de todo y viviera en otra realidad, llegaba al estadio Nacional y difundía imágenes de sus jugadores reconociendo el campo de juego (foto),  posteando en sus redes oficiales frases como “el fútbol está, y claro, nosotros como siempre, nosotros estamos (sic), como si se remarcara que el local sí estaba y el visitante no; como si el “Barbón” si se presentó a jugar y “El Halcón” no quizo. Una aventura poco felíz de, al menos, los responsables de prensa del club chileno, sabiendo que el plantel de Defensa no la estaba pasando bien. Al menos poca solidaridad, eso me pareció; quizás me equivoque y sea injusto, pero hay demasiadas evidencias.

Tantas evidencias que, como remate ¡el Gerente de Coquimbo Unido, Pablo Morales, salió a reclamar los puntos ante la prensa local! Era mucho a ésta altura. Mientras, la dirigencia de Defensa y Justicia hacía sonar celulares y ejercitar pulgares para lograr destrabar la situación y ya no ir a jugar, sino poder volver a nuestro país.

Defensa y Justicia no está en la Copa Sudamericana como un favorito a llegar a la final por casualidad, sino por virtudes deportivas y por las buenas gestiones dirigenciales a lo largo de los años, con todos los errores lógicos, pero jamás malintencionados. Tampoco se muestra ventajista, como sí pareció ser el adversario de turno en éstas agitadas 48 horas en suelo trasandino.

No es justo. Las autoridades chilenas debieron prever todo, incluso que algún caso positivo de covid podría suceder alertadas de que la semifinal estaba programada hace rato. Y si no le gustan los problemas, debiera haber suspendido las competencias en su país, como por muchos meses ocurrió en Argentina. Y punto. En ésta le doy la derecha a la Conmebol, y a la dirigencia del equipo varelense. No así a los funcionarios chilenos y a la dirigencia de Coquimbo, con esas fotos casi provocadoras pisando el césped del estadio mientras sus pares eran involuntarios “presos sanitarios”.

“¡Que se vayan todos a la pmqlp!” espetó en el whatsapp otro dirigente del Halcón, con toda su razón y su bronca encima. No es para menos. Podés ganar o perder en un partido de fútbol, aún con las mañas inherentes a éste precioso juego. Pero cuando ese oficio deportivo se convierte en descortés avivada, la cosa ya no funciona. Defensa no reclama los puntos, como sí lo hizo ese dirigente de Coquimbo. Solo pide y merece buen trato y solidaridad, tal lo que brinda en Florencio Varela desde 1978: con Cañuelas, Desamparados de San Juan, Boca, River, São Paulo o Coquimbo. Al menos hoy, en Chile, parece que el “Barbón” y algún funcionario chileno (de Santiago o nacional) no aprobaron las materias de la Universidad de la Calle y la Vida llamadas “Comprensión”, “Ayuda” y “Buen anfitrión”.

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