(Radio GBA / Claudio Blanco) Ariel Holan tuvo responsabilidad -acertada- en los nombres y planteo del primer tiempo. Ariel Holan tuvo responsabilidad -desacertada- en la elección de ubicar un tercer central, hecho que desdibujó la línea del fondo, además de un desalineado planteo general del segundo tiempo. El lo sabe; de allí su rostro pálido y hecho harapos tras el empate. Defensa y Justicia ilusionó con su juego, hambre y gol de los primeros 45 minutos; Defensa y Justicia cayó en un cúmulo de desaciertos y nervios en el complemento. Cara y seca. Claroscuros que, en el promedio de la tarde lluviosa del domingo, terminaron dando una sazón amarga a la ópera prima del Halcón en éste corto torneo de 16 fechas de la Primera División. Defensa y Justicia igualó 2 a 2 con Unión uno de esos partidos que en el café decimos que “son ganables”.
El primer tiempo fue testigo de un Defensa (bastante) prolijo e inteligente en el manejo de pelota, con una línea de jóvenes centrales (Magallán y Barboza) y los marcadores laterales ya conocidos, como Damián Martínez y Rafael Delgado. El mediocampo fue de una armonía dosificada en cuentagotas, pero muy valedera teniendo en cuenta que el grupo de volantes apenas lleva un par de semanas de haberse formado. Y la ofensiva, que arrancó inofensiva en los primeros minutos, se fue agigantando en potencia y juego con la aparición del tridente Stefanelli-Bordagaray-Bouzat, junto al gran trabajo de Tomás Martínez. Así, Defensa llevó peligro al arco de Nereo Fernández, así Defensa se adueñó del juego y anuló las escasas (y casi nulas) llegadas del rival. Y así Defensa llegó a los dos goles y a hacer ver el sol a los hinchas, a pesar de la tormenta que se avecinaba. El Halcón terminó la primera parte de un modo displicente, con la tranquilidad del score a su favor y de lo hasta allí visto en materia de juego. Pero lo bueno llegó hasta ahí…
En el complemento, Ariel Holan apuesta a guardar el resultado en un cajón bajo 3 llaves. Y entonces decide mandar un tercer central: El ingreso de Cardona a los 15 minutos, y el consecuente hueco dejado por el hasta entonces prolijo Tomás Martínez al salir del campo de juego, desarticula el fondo. Y, paralelamente, Julio Rodríguez (más de lo mismo) dejaba su lugar en Unión a Soldano y Rolle ya estaba en la cancha. Entonces el “tatengue” buscó y encontró a la mezquina redonda, se adueñó del juego y empiezó a inquietar a Arias. Un penal infantil que Malcorra cambia por gol, una conversión en off side, algún desacierto de Gaby y el empate en tiempo de descuento de Claudio Riaño. Todo mal. Defensa se alejó del arco adversario, Guerreiro ingresó y fue inoperante; Calzada apenas un poquito más, pero excesivamente poco como para mantener un resultado que, a medida que avanzaba el complemento, se deshacía como helado al sol. La tormenta eléctrica que descargó el aguacero en el Tomaghello se tradujo en un rayo que dejó retazos deshilachados de juego colectivo y dejó nada de fútbol en el equipo de Holan.
¿Se sumó un punto? La verdad es que si la matemática marca esa adición, suena a poco al mirar la tabla (maldita) del descenso, y más aún si ya me pongo a pensar que sólo restan 15 partidos, y que el domingo en Lanús hay que salir a ganar.
Es verdad que los jugadores son los que ganan y pierden partidos. También los que empatan. Pero en el debut 2016 de Defensa y Justicia, todos los que vimos el partido -y más aún los que lo sufrimos- notamos claramente que ésta vez los 2 puntos que quedaron en el camino fueron responsabilidad de las decisiones técnicas. Por eso Ariel Holan terminó con su rostro desdibujado, lleno de bronca. Mucho para auto criticar, poco tiempo para trabajar y nada para llorar. Fin de la tarde. Llego a casa, ceno en familia, alguna lectura política y a meterme en el teclado. Ganaron los tucumanos; ayer los sanjuaninos, Boca no pudo con Temperley y Patronato arrancó bien. Todo ello me indujo a espiar de reojo la tabla de promedios ¡Uf!. Encima la jornada en el barrio Libertad concluía con la noticia de la rotura de ligamentos cruzados de Ignacio Ribero y entonces sí, una lágrima porfiada corrió por la mejilla de Holan, de quien escribe y de más de uno.
(Fotos: Télam/Prensa DyJ)
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