(Claudio Blanco) Subir a Primera: hecho. Ganar el primer partido en Primera: hecho. Ganarle a Quilmes 2 veces en una semana y condenarlo al descenso: hecho. Mantener la categoría: hecho. Mantenerse mínimo 5 años en la máxima categoría, algo que ningún equipo de los distritos de Quilmes, Varela y Berazategui logró: hecho. Ganarle a los grandes: hecho. Clasificar a una Copa: hecho. Eliminar a São Paulo en el Morumbí y a América de Cali en el Pascual Guerrero entre otros rivales: todo cumplido. Ser únicos invictos de un torneo de Primera División: en pleno cumplimiento. Ganarle a Boca en la Bombonera: ya está. Ganarle a River en el Monumental ¡Listo, y encima le quemamos el asado del festejo al raro Campeón que ganó la Libertadores en tierra de conquistadores!

El Halcón no duerme; cada sueño lo hace realidad. No hay quien no hable de Defensa y Justicia, aunque la prensa nacional prefiera -de manera lógica, de acuerdo al mercado- referirse solo a River, Boca y demás grandes de la historia del fútbol nuestro. Y subrayo “historia” porque si hablamos de “presente”, Defensa está entre los grandes de hoy en materia futbolística. Es que el Halcón juega bien, va al frente siempre y cuando se ve superado por el rival apela a todos los recursos técnicos que desde el trabajo en la semana y desde el banco en el frenesí de cada partido Sebastián Beccacece y su equipo pueden brindar. Y raras veces se equivocan. Así las cosas, aún con un plantel reducido, Defensa aplasta a sus rivales y, en el menor de los casos como ante River, lo pone en vereda, le marca la cancha y no se amilana ni ante los pergaminos ni ante el escenario del adversario. Y allí está la grandeza del Halcón.

Festejo del plantel, cuerpo técnico y directivos en el Monumental

Los directivos del club y Beccacece concretaron algo que escasea en nuestros días, más aún en el hiperprofesionalismo del fútbol de la Primera División: acordaron un pacto no taxativo (no escrito). Sí, de palabra ¡Y lo cumplieron! Beccacece volvió y se quedó en el club tras el Mundial de Rusia solicitando que, por favor, en el receso de verano el plantel no se haga trizas; por su parte, las autoridades que manejan el fútbol profesional aseguraron que a pesar de las ofertas, no iban a claudicar. Y así fue: el plantel es el mismo, y solo se fueron aquellos que menos minutos tuvieron en el semestre anterior. Es más, desde el club me confiaron que solo Barboza podría haberse alejado, algo que el DT sabía, por algunos acuerdos con el jugador, su representante y River. Después, todo llamado a algún jugador y al blondo director técnico fue en vano, el pacto entre ellos fue inalterable. Sépanlo.

Hasta éste cronista recibió algún llamado directo desde la oficina de un importante club desde suelo extranjero por averiguación de algún número de teléfono (que siempre tenemos en nuestras agendas, naturalmente) para intentar llegar a alguno de los jugadores. Sí, llegaron al objetivo, y rebotaron. Como muchos.

En esas cuestiones pocas veces sabidas es en las que se recuesta parte del éxito de éste equipo, que es el mismo de los tiempos que añoran la Av. 13 de Diciembre, el olor a matadero, las calles polvorientas y las casas bajas de un Florencio Varela que aún no había mutado a la ciudad moderna que es hoy, con edificios por doquier, restaurantes y locales de ropa de categoría. Aquella ciudad tenía los parlantes de la ZR-1 Radio Cable Varela en cada comercio para oír las noticias locales y los partidos de Defensa, y la (calle) Monteagudo sin peatonalizar era la guarida de los autos estacionados a 45 grados, con un centro que terminaba en Sallarés y un asfalto que no iba más allá de Villa Vatteone y conservaba la estación Monteverde aún con la esperanza puesta en el retorno del ferrocarril provincial.

Aún así, si tomás alguna foto de entonces, vas a notar que algún Angelito Duarte se te va a colar, con años menos y sin canas, pero con la sonrisa intacta de ese masajista que las vivió todas desde 1985 hasta hoy y que quien no pasó por su consultorio del barrio San Jorge casi se puede decir que no conoce el alma de Defensa y Justicia.

Cumplido todo lo narrado en el primer párrafo de ésta crónica ¿Qué más pedir hoy? ¡Uff! Empiezo: ganarle el viernes a San Lorenzo; llegar a definir el torneo ante Racing en la última fecha; ganar el torneo; alcanzar la final de la Sudamericana y disputar la Libertadores ¿Sigo? No, mejor no. Suficiente, demasiado. Mucho. Pero también era mucho todo lo logrado hasta acá por el Halcón si lo hubiera pedido en cualquier día de unos 6, 10, 15 o 20 años atrás. Ni hablar si nos vamos a los años ’80. Por eso la palabra “imposible” no figura en el diccionario del equipo varelense.

Ya van varios tomos de un libro que tengo apuntado en mi PC y al que cada vez le faltan más páginas y más capítulos. Mejor dejo el libro para momentos futuros. Ahora, disfruto del presente de ese equipo que descubrí de leído en las páginas del diario Crónica a principios de los años ’80, mientras entrenaba y corría semana a semana en diversas competencias ciclísticas con el sponsoreo de la Mutual El Halcón en tiempos del “Gallego” Pérez (era el presidente de la empresa de colectivos 148 y presidente de Defensa) y que empecé a ver en vivo y en directo a fines de 1990, cuando las doscientas almas desparramadas en el viejo estadio Libertador General San Martín apenas sí soñaban con el final de los 90 minutos de cada uno de los partidos de aquellos extenuantes torneos del Nacional B. Ni Vercellone, ni Ramírez, ni Stefanutti, ni Almada, ni Cuartas, ni Oste y ni nadie tenía en su mente la más remota idea de que algún día lo que hoy es realidad, lo podría ser.

Los que sabemos de años de seguir al Halcón, disfrutemos. Y las nuevas generaciones tómense unos minutos para leer, oír, husmear, googlear y youtubear (¿es correcto o acabo de inventar un neologismo?) el pasado no tan remoto de Defensa y notarán, incluso, que muchas caras aún están y perduran en la comisión directiva, en el cuerpo técnico, en las tribunas y, también, en el periodismo. Por algo Defensa y Justicia es un club que enamora, con su alma de pueblo y de ascenso ¡Salud, Halcones!

(Fotos: Prensa DyJ / Fotobaires)

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